Documento de trabajo nº861 del Levy Economics Institute del Bard College
Esta es la tercera parte de una serie. Las dos anteriores se encuentran en estos enlaces:
Dinero, poder y regímenes monetarios (parte 3 de 3)
Dinero, poder y regímenes monetarios (parte 3 de 3)
Marzo 2016
REGÍMENES MONETARIOS MODERNOS
En las economías modernas la norma es “Una nación, una moneda”(Goodhart 1998) y los Estados-Nación asumen el control total del monopolio soberano de la emisión de moneda. Sin embargo, observamos múltiples casos con diversos grados de soberanía, en el que los estados se imponen voluntariamente restricciones monetarias o renuncian por completo a su soberanía monetaria. A partir de aquí, los regímenes monetarios pueden clasificarse de acuerdo a los grados de soberanía monetaria. En un extremo están los regímenes monetarios totalmente soberanos, en los que el Estado emite moneda nacional de libre flotación, no convertible. Dos organismos del gobierno: el Banco Central y el Tesoro (o Ministerio de Hacienda) se coordinan para liquidar los pagos del gobierno y garantizar los pasivos estatales denominados en la moneda nacional. En estos casos, la capacidad de ejecutar la política nacional no depende de la escasez de las finanzas públicas, sino de consideraciones políticas y de la disponibilidad de recursos nacionales reales que pueden transferirse al sector público con el propósito de lograr estos objetivos.9 Cabe señalar que los regímenes monetarios totalmente soberanos tienen características institucionales, leyes y prácticas que limitan el gasto público de acuerdo con algunas reglas autoimpuestas o heredadas. Por ejemplo, los requisitos del techo de la deuda en los Estados Unidos o la incapacidad del Tesoro para hacer un sobregiro en su cuenta de la Reserva Federal. Pero incluso en estos casos, las reglas son suspendidas o eludidas cuando las prioridades de política dictan que el gobierno debe gastar más allá de estas restricciones artificiales. Por ejemplo, cuando la Reserva Federal creó un “suplemento de tesorería,” otra cuenta para el Tesoro- de un plumazo después de la crisis financiera del 2008, o la práctica rutinaria de aumentar el límite de la deuda en los EE.UU. según sea necesario, a pesar de las disputas políticas.
Otros países, sin embargo, enfrentan fuertes limitaciones financieras en la ejecución de la política nacional. En el otro extremo del espectro están los países que han renunciado por completo a su soberanía monetaria, renunciando así al derecho a emitir y administrar su propia moneda. Este es el caso de las naciones dolarizadas (por ejemplo, Ecuador y las pequeñas naciones del Caribe) y los estados miembros de la Unión Monetaria Europea. En ambos casos, la renuncia a la soberanía monetaria ha transformado a esos países de “emisores de monedas” a “usuarios de monedas.”
Para gastar, el gobierno de Ecuador primero debe ganar o pedir prestado dólares. En este caso, las recaudaciones de impuestos sí recaudan ingresos para el gobierno. Como nación exportadora de petróleo, Ecuador aún no ha enfrentado a una escasez de dólares, a pesar de que ha seguido un desarrollo agresivo y políticas favorables al crecimiento, a la vez que ha fortalecido la red de seguridad social. Pero con la liberalización gradual de los mercados financieros y el mayor nivel de vida en Ecuador, puede imaginarse el futuro cuando el país se convierta en un importador neto, perdiendo divisas (dólares) más rápido de lo que las gana, experimentando así una acción monetaria y un entorno deflacionario general.
Por supuesto, este es el caso en los países periféricos de la Eurozona (EZ). Abandonaron sus monedas cuando se unieron a la unión monetaria. La situación es similar a la de Ecuador porque, para llevar a cabo una política nacional expansiva, los gobiernos de la EZ primero deben ganar o tomar prestado euros. Las exportaciones netas se convierten en el principal medio para aumentar las tenencias de euros de un país (una estrategia que describe el caso de Alemania, por ejemplo), pero si una nación se encuentra en una posición de importación neta, perdiendo así las reservas en euros (como es el caso de la periferia), la única forma de financiar programas gubernamentales es pidiendo prestado euros, aumentando los impuestos nacionales para obtener ingresos o recortando esos programas. Los dos últimos tienen un efecto de contracción, lo que socava la capacidad de los gobiernos de conseguir sus objetivos políticos. El primero (aumento de los ingresos a través del endeudamiento) pone a las naciones de la periferia a merced de la voluntad del mercado privado de financiar estas naciones ya muy endeudadas. También coloca a los países de la periferia en un círculo vicioso de finanzas Ponzi, donde las naciones más endeudadas se enfrentan a costos crecientes de endeudamiento, aumentando así su endeudamiento general, al tiempo que socavan aún más su capacidad para pagar su deuda.
La EZ ha tratado de “resolver” sus problemas económicos convirtiéndose en un exportador neto con respecto al resto del mundo. Es bien sabido que las exportaciones netas no pueden ser una solución global a los problemas económicos (ya que para cada exportador neto debe haber un importador neto), pero dentro de la propia zona euro, es muy probable que siempre haya algunos países que se encuentren en una posición de importación neta.
Dado que el Banco Central Europeo (BCE) tiene prohibido financiar a los miembros de la EZ comprando su deuda pública (como lo hace el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra, por ejemplo), la EZ carece de un mecanismo fundamental para ejecutar una política macroeconómica independiente. Por lo tanto, los países miembros han renunciado a un espacio de política sin precedentes para perseguir las prioridades nacionales, incluido el mantenimiento de algunas funciones básicas del sector público o la implementación de políticas de estímulo a favor del crecimiento, según sea necesario. Al mismo tiempo, la EZ en su conjunto carece de un mecanismo fiscal central para llevar a cabo una política económica en toda la zona euro, como suele ser el caso en otras unionies monetarias con plena soberanía monetaria (como en los EE.UU., Australia o Canadá).
Los países que se encuentran entre los dos extremos (con plena soberanía monetaria o sin ella) tienen a su disposición diferentes grados de espacio de políticas.
Dichos grados pueden ser clasificados de mayor a menor espacio político:
- Regímenes de moneda soberana de libre flotación no convertibles, como se discutió anteriormente (EE.UU., Japón, Reino Unido, Canadá, la mayoría de los países del mundo). En la práctica se trata de sistemas de sistemas de flotación administrados o sucios., ya que los bancos centrales intervienen en los mercados de divisas;
- paridad ajustable donde la moneda nacional está vinculada a una moneda extranjera con un valor específico o dentro de una banda. Estos son fijos o ajustados periódicamente y varían de bandas móviles a paridades ajustables dentro de una banda horizonal;
- regímenes de tipo de cambio fijo, que prometen convertibilidad directa en una moneda extrnajera a un tipo de cambio predeterminado;
- junta monetaria (currency boards), una forma mucho más estricta de sistema de tipo de cambio fijo, donde la autoridad monetaria opera en piloto automático para cumplir con la convertibilidad absoluta e ilimitada entre su moneda y la moneda extranjera; y, finalmente
- dolarización; y,
- uniones monetarias.
Figura 2. Regímenes monetarios y espacio político
En tanto una nación se comprometa a la convertibilidad el impulso de su economía dependerá (en mayor o menor grado) de la adquisición de la moneda de otra nación (reservas extranjeras). El objetivo de mantener un tipo de cambio estable con la moneda extranjera a menudo entra en conflicto con otros objetivos políticos, impidiendo los esfuerzos para hacer frente a recesiones o crisis bancarias. Por este motivo, los regímenes de tipo de cambio fijo a menudo se abandonan en medio de crisis económicas y financieras graves, lo que libera espacio político adicional para llevar a cabo una política monetaria o fiscal de estabilización macroeconómica independiente.
En los regímenes monetarios totalmente soberanos, las posibilidades económicas de una nación con una moneda nacional no convertible y de flotación libre, están limitadas por consideraciones políticas y la disponibilidad de recursos reales para alcanzar esas prioridades y no por la disponibilidad de dinero.
El último tema a tratar, entonces, es ¿cómo puede un gobierno con soberanía monetaria utilizar las políticas económicas para lograr diversos objetivos políticos? La respuesta a esta pregunta también nos ayudará a rebatir el final de los tres mitos que figuran al comienzo de este documento, a saber, que el dinero es neutral y que, en sí mismo, no afecta a las decisiones sobre el empleo y la producción.
EL DINERO IMPORTA
Un debate de la gama completa de opciones económicas que ofrecen los regímenes monetarios soberanos va más allá del alcance de este documento. Seleccionamos un problema que merece consideración pues es generalizado, persistente, y pernicioso: el problema del desempleo. Las naciones con diferentes grados de soberanía monetaria tienen diferentes capacidades para abordar este problema, pero frecuentemente se pasa por alto que el desempleo en una economía de mercado es en sí mismo el resultado de los regímenes monetarios actuales.
El desempleo es un fenómeno monetario. Desde el punto de vista de las empresas, significa que, en conjunto, los costos y beneficios esperados no justifican el empleo de más individuos de los que las empresas ya están empleando. Este es el problema de la demanda efectiva identificado por Keynes (1936). Téngase en cuenta que incluso en una economía fuerte, la demanda efectiva todavía puede ser deficiente, en el sentido de que las expectativas de ganancias no se traducen en más contrataciones. Las empresas no se dedican a proporcionar trabajos para todos, por lo que no puede esperarse ni exigirse que alcancen y mantengan el pleno empleo a largo plazo. Ese es el trabajo del gobierno, porque de cierta forma el “desempleo” es creado por el gobierno. Desde el punto de vista de los hogares, el desempleo es prueba de que alguien quiere pero no puede obtener la moneda. Cabe recordar que el impuesto que crea demanda para la moneda inmediatamente también crea desempleo. La población debe cumplir con una obligación no recíproca con una moneda que no posee. La fuente de esa moneda es el gobierno. El sector privado proporciona bienes y servicios reales (mano de obra) al gobierno a cambio de esa moneda. El impuesto crea una demanda de dinero emitido por el gobierno creando desempleo en esa moneda (es decir, mano de obra que busca una remuneración). Por lo tanto, corresponde al emisor monopólico proporcionar su moneda de manera coherente con los objetivos de pleno empleo y estabilidad de precios.
Cabe recordar que el gobierno es también responsable de garantizar que la moneda sea sólida. Las monedas modernas son en parte “valiosas” porque los estados las mantienen en un estado permanente de escasez, como lo demuestra la existencia de desempleo masivo. Pero existe una alternativa. El Estado puede permitir a la población el acceso a su moneda, al tiempo que garantiza un umbral internamente estable para su valor (Mosler 1997-98).
Como emisor monopólico de la moneda, el Estado tiene el privilegio de establecer los precios de los bienes y servicios que recibe a cambio de la moneda. Pero el Estado no necesita establecer todos los precios.
Basta con fijar solo uno de ellos (el precio de la mano de obra, por ejemplo) para anclar el valor de su moneda. Los cartalistas sugieren que un programa público continuo que ofrezca empleo a cualquier persona preparada, dispuesta y capaz de trabajar por un salario base puede hacer el trabajo (ver las propuestas de el Estado empleador de último recurso, la garantía de trabajo y el programa de stock regulador de empleo, buffer stock employment10). El programa fluctuaría anticíclicamente con el ciclo comercial, expandiéndose a medida que las contrataciones de empresas privadas disminuyan, y contrayéndose a medida que el empleo en el sector privado repunte. Así, el salario base se convertiría en el ancla nominal que establece una tasa de conversión entre la moneda y el trabajo.
Si bien los valores monetarios son determinados de manera muy compleja, esencialmente reflejan lo que se puede comprar con la moneda. El salario por hora del programa de stock regulador de empleo, fija una tasa de conversión básica entre la mano de obra y la moneda. En otras palabras, digamos que un salario de $10 por hora en el programa anclaría la moneda en fuerza de trabajo y establecería que el valor del dólar sería igual a seis minutos de trabajo. Si el salario se duplicara, entonces como punto de referencia un dólar se intercambiará por tres minutos de trabajo (o se reduciría a la mitad). Por lo tanto, cuando el emisor de la moneda (el gobierno) establece la tasa de cambio entre la moneda y la mano de obra en el programa de stock regulador de empleo, ayuda a estabilizar el valor de su moneda (para más detalles, ver Mosler [1997–98]; Wray [1998]; Tcherneva [2012]).
Las monedas que flotan libremente y no son convertibles, hoy en día no tienen anclas equivalentes. Una exposición exhaustiva del programa va más allá del objetivo de este documento. El propósito es simplemente señalar que, en un mundo donde la moneda es un simple monopolio público:
- el desempleo es prueba de que la moneda es escasa;
- el impuesto en sí, crea desempleo al crear una demanda privada para la moneda del monopolista;
- el monopolista tiene el poder de establecer una tasa de conversión entre su moneda y las horas de trabajo;
- el monopolista puede proporcionar la moneda según sea necesario manteniendo la tasa de conversión interna; y
- el programa de stock regulador de empleo se puede utilizar para crear productos socialmente útiles, permitiendo así que el
emisor monetario en monopolio cumpla sus funciones redistributivas de una manera que sirva al interés público.
CONCLUSIÓN
Este documento comenzó definiendo al dinero como una relación de poder social en evolución dentro del proceso de provisión social. El desarrollo del “dinero privado” no se ha tratado, no porque no tenga importancia (ni mucho menos), sino porque el papel de la autoridad pública en la codificación de los contratos y transacciones privadas ha sido determinante en todo momento. Desde que surgió, el dinero ha sido una “creación del
Estado,” por muy amplia que sea su definición. El Estado ha desempeñado un papel redistributivo en el proceso de provisión social debido al poder que tiene de imponer obligaciones coercitivas a los ciudadanos y de fijar las condiciones de reembolso, Esta función redistributiva es intrínseca al Estado, independientemente de si se utiliza para el bien de la mayoría o para el beneficio de unos pocos.
En las economías capitalistas modernas la moneda es un monopolio simple público y los modelos de compensación del mercado competitivo basados en la neutralidad del dinero son totalmente inaplicables al estudio del sistema monetario. Sin embargo, los mitos económicos generalizados sobre los orígenes y la naturaleza del dinero han llevado a pensar que el poder que ejerce el Estado sobre el sistema monetario es una intrusión injustificada con importantes efectos disruptivos. Estos mitos también han dado lugar a regímenes monetarios (como las juntas monetarias o las uniones monetarias) que limitan radicalmente las opciones políticas de los estados nacionales modernos.
El surgimiento del dinero no solo no puede separarse de los poderes del Estado, sino que el sistema monetario completo se inserta dentro del conjunto de reglas y códigos legales establecidos por el Estado. Sin embargo, los regímenes monetarios como la Unión Monetaria Europea han forzado un divorcio incoherente entre los estados nacionales y sus monedas nacionales con un gran costo económico y humano.
Una comprensión apropiada de los orígenes, el papel y las funciones del dinero es esencial para realizar una evaluación adecuada de los problemas económicos contemporáneos y del espacio de políticas disponible para abordarlos. Lo que lleva a reflexionar sobre las formas en las que podrían emplearse los poderes monopolísticos del Estado para diseñar políticas públicas dirigidas a alcanzar una amplia gama de objetivos políticos, incluyendo el pleno empleo y la estabilidad de precios.
[9] Tenga en cuenta el énfasis en lograr objetivos nacionales con recursos reales nacionales. Los países cuya divisa goza del estatus de moneda de reserva, como los Estados Unidos, tienen la capacidad de adquirir recursos reales producidos en el extranjero a diferencia de los países sin dicho estatus. Pero el análisis anterior no depende del estatus de la moneda de reserva de una nación. “Soberanía” aquí significa que el emisor de la moneda no puede ser forzado a un incumplimiento involuntario en su propia moneda. También significa que el soberano puede, independientemente de la posición externa de la nación, emplear los recursos nacionales disponibles para los objetivos nacionales. Es posible que los países con pocos recursos no tengan suficientes recursos nacionales reales, por lo que les puede ser necesario la compra de divisas, que a su vez repercutirá en el valor de la moneda nacional. Pero, de nuevo, no será necesario un incumplimiento involuntario en la moneda nacional. [10] Bajo la política del buffer stock employment, el gobierno continuamente absorbe a los trabajadores desplazados del sector privado. A los empleados de “reserva de estabilización” se les pagaría el salario mínimo, que define un piso salarial para la economía. El empleo y el gasto del gobierno aumentan automáticamente (disminuyen) a medida que se pierden (ganan) empleos en el sector privado.Traducido por Sandra Soutto
Revisión de David Hervás y Martha Tepepa
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