Leyendo las noticias y artículos sobre la inflación de estos últimos días, me queda más claro que nunca esa máxima que dice que en cada época y sociedad las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante.
En primer lugar, quisiera remarcar que las personas generalmente llaman inflación a cualquier subida de precios, y esto no es correcto. La definición de inflación es un incremento generalizado y sostenido de los precios de todos o casi todos los productos. Si sólo sube el precio de un tipo de bien o el incremento generalizado es sólo puntual, no podemos hablar de inflación.
Leo en un artículo que la subida del salario mínimo podría provocar una espiral de precios-salarios y causar que la inflación se disparara. ¿De verdad? Un mercado laboral con cerca de un 20% de paro, dos reformas laborales que han dejado sin capacidad negociadora a los trabajadores, mercancías que no se venden por falta de demanda agregada y salarios bajos, comercios que cierran, intentos desesperados del Gobierno Balear por estimular el consumo mediante bonos de compra, ¿y ahora debemos preocuparnos por que los trabajadores puedan pedir subidas salariales y que éstas provoquen subida de precios? Me parece de ciencia ficción. Los trabajadores, por desgracia, no tienen ningún poder de negociación en estos momentos para posibilitar la famosa espiral precios-salarios.
Los trabajadores (…) no tienen ningún poder de negociación en estos momentos para posibilitar la famosa espiral precios-salarios.
Otro titular dice que la inflación se ha disparado al 5,5%, la más alta en casi treinta años, por el encarecimiento de la energía. El altavoz mediático es impresionante, el alarmismo también, con muchos titulares al respecto. Ahora bien, que haga cuarenta años que España tenga tasas de paro de dos dígitos no es noticia. Más de tres millones de personas en paro y que España sea medalla de plata en paro y medalla de oro en paro juvenil en la OCDE no interesa a los propietarios de los medios de comunicación. Es más preocupante un 5% de inflación, aunque la inflación subyacente, que es aquélla que no tiene en cuenta los precios de la energía y los alimentos frescos, se mantiene en 1,4%, una cifra muy reducida.
El economista Abba Lerner lo tenía muy claro: una subida de un 1% de la tasa de paro provoca unas repercusiones negativas en la economía más de cien veces peores que una subida de un 1% de la inflación.
Por otra parte, el oligopolio energético de este país parece ser el gran beneficiado. Como nos recuerda Pereira de Moura, así como se habla de inflación de costes y salarios, podría hablarse de inflación de beneficios. La inflación es una lucha entre los grupos sociales, es un proceso de redistribución de la riqueza y las rentas.
La inflación es una lucha entre los grupos sociales, es un proceso de redistribución de la riqueza y las rentas.
José Luis Sampedro nos recuerda en su obra “La inflación al alcance de los ministros” que si las empresas, sobre todo los grandes intereses, tienen algún poder, y está claro que lo tienen, sobre el público y el Gobierno, es evidente que los beneficios pueden ser aumentados con consecuencias inflacionarias; porque el poder lo tienen para aprovecharlo y el objeto de las empresas es el lucro.
¿Por qué han subido la gasolina, el petróleo, la electricidad y otros muchos productos que necesitan de esta energía para fabricarse? Algunos dicen que es por la subida de salarios de los trabajadores, por el déficit, porque los tipos de interés son bajos, por la deuda pública… La evidencia empírica, sin embargo, no va en esa dirección.
A finales de octubre los periódicos llevaban a los siguientes titulares: España pide salir del sistema europeo de precios de la luz. La respuesta de la UE a España fue, evidentemente, que no. Por tanto, la subida de precios de la energía en España es consecuencia de un abuso de poder de mercado y en la fijación de precios.
En otro artículo, se explica que la subida de productos agrícolas y energéticos procede de las prácticas especulativas en los mercados de derivados, concretamente en los mercados de futuros de materias primas. La liberalización y desregulación aplicadas a los mercados de derivados de materias primas, así como la concentración empresarial en las cadenas de suministro, están detrás del repunte actual de la inflación. De lo contrario, hay muchos estudios que corroboran que en los sectores económicos en los que existen monopolios u oligopolios, los precios tienden a subir mucho más.
¿Cómo se podría solucionar todo esto? Con leyes antimonopolio, políticas de rentas, regulación de precios y prohibición de prácticas especulativas en materias primas básicas, con una planificación estratégica estatal que empiece a construir capacidad productiva, especialmente en alimentos y en energías renovables, es decir, ir a la raíz de la inflación y cortarla.
La solución ortodoxa que seguramente llevarán a cabo será la misma que en los años 70. En los años 70, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), debido a un conflicto político, disminuyeron la producción de petróleo drásticamente, y en consecuencia los precios del petróleo subieron y surgió la inflación, porque la energía forma parte del coste de producción de todos los productos. Lo que hicieron fue subir tipos de interés, alegando que la causa de la inflación era una demanda excesiva por parte de los consumidores.
Las tasas de paro se dispararon, ya que la financiación de nuevos proyectos empresariales y los créditos al consumo se encarecieron mucho. Lograron el fenómeno llamado estanflación, una depresión económica con millones de personas desempleadas, con un gran sufrimiento social, y además la inflación no fue eliminada.
En conclusión, el mito de la inflación es uno de los más extendidos para atemorizar y confundir a la gente. La inflación no es un fenómeno exclusivamente monetario, como decía Milton Friedman, sino sobre todo político, derivado del reparto de poder existente en la economía. La inflación es más recurrente en economías subdesarrolladas porque los desequilibrios de poder están más acentuados.
La inflación no es un fenómeno exclusivamente monetario, como decía Milton Friedman, sino sobre todo político, derivado del reparto de poder existente en la economía.
No debemos olvidar que los precios no suben solos sino que son establecidos por los vendedores, sobre todo por los que tienen más poder de mercado. Sin embargo, no es lo mismo que suba el precio de la barra de pan porque ha subido la harina y la energía eléctrica, que suba el precio de la luz porque se tiene el poder de mercado para hacerlo, obteniendo muchos más beneficios.
Existe la idea generalizada de que la inflación es siempre mala y negativa. Aunque nos molesta que nos suban los precios, dependerá de si tenemos nuestros ingresos indexados o no. Robert Barro concluye en un estudio que inflaciones inferiores al 10% no tienen efecto en el crecimiento económico. Un poco de inflación es necesaria para el crecimiento económico, sin embargo la deflación es fatal para la economía.
¿Por qué esta obsesión tan exagerada por la inflación y a la vez esta falta de preocupación por el paro? Una de las explicaciones es que quienes más pierden con la inflación son los inversores financieros y los acreedores, mientras que los deudores salen beneficiados. Sería razonable pensar que la élite financiera tiene mucho interés en mantener la inflación lo más bajo posible, incluso a costa de lastrar el crecimiento económico.
También hay mucho interés en demonizar la creación de dinero por parte del Estado, argumentando que este hecho es inflacionario y de este modo matar a dos pájaros de un tiro: favorecer la creación de dinero por parte de las entidades bancarias y disminuir el sector público.
Matar a dos pájaros de un tiro: favorecer la creación de dinero por parte de las entidades bancarias y disminuir el sector público.
Y es que, casi siempre, la lucha contra la inflación ha sido un combate contra los salarios, principalmente, y el pleno empleo, y contra todo lo que supusiera reforzar el poder de los trabajadores a la hora de plantear sus reivindicaciones.
Por último, quisiera destacar que lo más seguro es que la subida de precios será breve en el tiempo, debido a desajustes en las cadenas de suministro y algunos cuellos de botella provocados por la pandemia. Muy pronto volveremos a la cárcel de la deflación y la austeridad, que es donde nos quiere tener la tecnocracia actual.